En el siglo XXI estamos por la novedad y la innovación. La globalización nos acerca al cohete que ya envía imágenes de Marte, a los médicos que inmunizan manipulando los genes, a los trenes a 1000 Km/h o las ondas gravitacionales y, más en casa, ‘todo lo queremos nuevo’.
¿Será posible dejar atrás, en el pasado, la contaminación, los cambios climáticos, las pobrezas casi endémicas, la violación de Derechos humanos, los terceros y cuartos mundos, y más?
Cuestión de tiempo decimos con una mirada más cargada de impotencia que de esperanza, pero llena de osadía y creatividad, por quienes, desde el talento o el conocimiento, sostienen el clamor por la innovación, los sistemas de I+D+i o la fe en respuestas nuevas a problemas nuevos. Un poco como Juan, el desterrado apóstol de Jesús, al hablar de cielos nuevos y tierra nueva.
INNOVAR es la palabra. Innovar todo:
Ciencia, tecnología, aprovechamiento de recursos, sistemas de comunicación, gustos musicales, modas, colores, valores, amistades, creencias…Todo nuevo.
Caminos nuevos, horizontes, lenguajes, espacios y tiempos, todo se puede innovar, rompiendo con el pasado y asumiendo, creyentes o no, que Alguien, nosotros decimos el Espíritu, renueve la faz de la tierra. Incluso, la Navidad.
¿Innovar? En todo.
Un todo que supone dejar atrás una “navidad” leída en claves, caducas y cercanas a lo que “ya” pasó en aquellos días para descubrir lo “nuevo” de la Navidad.
Un reto a nuestro afán de innovación. Una llamada “nueva” a leer la Navidad.
Las cosas y los hechos, con la mirada innovadora y creativa de quien siempre está en busca con ansias de futuro. Un reto a nuestro mirar curioso de estos días para descubrir en Jesús la gran innovación:
La “nueva Humanidad”.
La gran innovación que deja atrás aquel Dios poderoso, lejano, de los cielos, para plantar su tienda entre nosotros, hacerse uno de nosotros y tan humano como cualquiera de nosotros.
La gran innovación que deja atrás el Dios todopoderoso que no necesitaba de nadie, para necesitar de la persona para mostrarse y expresarse más legíblemente.
La gran innovación que deja atrás el gran Templo como “casa de Dios” para nacer y vivir sus primeros días humanos en un simple pesebre caldeado por un buey y una mula.
La gran innovación que deja atrás una red de grandes comunicadores, los profetas, y elige a simples pastores, guardas de ganado en la noche, para anunciar la gran noticia, la mejor noticia.
La gran innovación que deja atrás la “blasfemia” de querer ser “como Dios” y nos hace “hijas e hijos suyos”
Zorionak! ¡Feliz y nueva Navidad!
Hagamos posible lo imposible. Abramos nuestras puertas, poco o mucho, a ese Dios innovador que aprenderá, como nosotros, a ser persona humana totalmente nueva, a encontrar caminos de novedad y de encuentro y a compartir con nosotros su gran proyecto de innovación, al que todos estamos invitados:
Ser Navidad nueva para nuestra gente.
Autor: Ángel Miranda.